En sí, la saga de Los Juegos del Hambre no tiene nada de nuevo. Es una utopía alegórica, la cual trae a la palestra la ejecución de una serie de competencias brutales destinadas a entretener a las masas sumidas en la desesperanza de un futuro postapocaliptico - hay toneladas de filmes con el mismo tema, sea Rollerball, La Décima Victima o The Running Man -. No es mas que la adaptación moderna de la idea de Pan y Circo, implementada por los romanos en los tiempos anteriores a la llegada de Cristo. Aquí la excusa sirve para despacharse con una sátira alegórica respecto de las celebridades y el poder distrayente de los medios, utilizados como herramientas de propaganda del gobierno de turno - un concepto aplicado desde la época de los nazis hasta los gobiernos totalitarios de hoy en día -. Todos los personajes de clase alta son deformes, gente pasada de botox, lámparas de sol, dientes obscenamente blancos, maquillajes exagerados, y peinados estrambóticos teñidos con los más sicodélicos colores. Es la cultura de la bobada, viviendo en su mundo y dando excesiva importancia a detalles tremendamente banales, ajenos a la cruda realidad que se vive fuera de los estudios de televisión. Aquí todos los aspectos relacionados con los medios han sido pulidos - ya no es tan payasesco ni chocante, e incluso el fastidioso presentador que compone Stanley Tucci se ve mucho más digerible en el contexto que presenta este filme, que en sus apariciones en el primer capítulo de la saga -, y funcionan de manera mucho más cínica. Incluso los aspectos relacionados con el escenario de ciencia ficción han sido profundizados a un nivel admirable: aquí hay un gobierno realmente opresivo y violento, amoral y prepotente, que ha construído una maquinaria implacable en la cual se ven envueltos nuestros héroes. A su vez estos muchachos son personas realmente emocionales, individuos que han quedado dañados luego de verse obligados a masacrar a un grupo de adolescentes en las pasadas competencias, y que se ven inmersos en un giro histórico de los acontecimientos.... del cual no desean participar. Es tan formidable la manera en que el relato construye - de manera totalmente creíble - el lento y espontáneo crecimiento de Katniss como figura heroica y venerada por la resistencia... primero, al emocionarse en el recuerdo de aquellos caídos en el desesperante combate ocurrido en el año anterior (con la cual la gente toma, como gesto solidario, el saludo que ella hacía en los juegos, además del logo del Sinsajo, el pájaro que ama Katniss y que usa en un prendedor que siempre lleva puesto); luego, cuando comienza a despacharse con sus propios discursos, mucho más naturales y cargados de sinceridad, con lo cual reciben el afecto del público; y, cuando las cosas se empiezan a poner candentes, termina por plantarse frente a un brutal jefe militar, el cual está deshaciendo a latigazos a su novio en la plaza pública.... y cuya escena es vista por todos a través de la televisión. Ella es una heroína reluctante, una que no quiere abrazar el giro del destino que ellla misma ha desatado, y que quiere el refugio y el anonimato antes que embarcarse en una causa brutal - la incipiente revolución -, la cual anticipa dejar un reguero de cadáveres en la descomunal refriega que resultará inevitable.
Si Jennifer Lawrence brillaba en Los Juegos del Hambre, aquí se devora directamente la película. Es una intérprete excepcional - la pondría a la altura de una Jodie Foster -, la que demuestra un rango enorme y hace que su papel sea completamente emocional y carismático (hubiera sido muy fácil caer en la caricatura o en la chatura en semejante contexto). No es una heroína dura, sino una muchacha sufrida, envuelta en un mar de lágrimas al ver todo el dolor y la prepotencia que empapan el mundo que la rodea. Son pocas las escenas en donde Katniss no llora; pero, a su vez, no es una bobalicona llorona, sino una persona valiente que siente que está siendo obligada a cometer actos que van contra su naturaleza... y que, cuando comprende que la situación es irremediable, actúa decididamente en consecuencia. Cuando las papas queman, Katniss aplica toda su inteligencia y experiencia... aunque los momentos de duda - en donde la emoción y la humanidad le ganan - abundan.
Si Lawrence es descomunal, el resto no se queda atrás. Josh Hutcherson ha crecido mucho como actor, y aquí se vuelve un personaje muy interesante - es el sentido común y la conciencia de Katniss -. Woody Harrelson destila anarquía y sagacidad, Elizabeth Banks transforma un personaje menor y detestable en alguien realmente querible, y Donald Sutherland se relame con un villano inteligente y bien escrito. Se suman nuevas adiciones, como Phillip Seymour Hoffman - el estratega detrás de la última edición de los juegos -, Jeffrey Wright - como un nerd extremadamente letal -, y Amanda Plummer, en el que debe ser su nonagésimo papel de chiflada.
Los Juegos del Hambre: En Llamas es una película apasionante. Resulta increíble que venga de la mano de Francis Lawrence, alguien que dió a luz cosas tan chatas como Constantine y Soy Leyenda. Quizás el punto pase porque Lawrence es una pieza más de un engranaje construído alrededor de él y compuesto por creativos de alta calidad - la autora Suzanne Collins, la que posee un estricto control de producto similar al que tenía J.K. Rowling con la saga de Harry Potter; un cast compuesto de actores oscarizados; un libreto escrito por Simon Beaufoy (127 Horas, Slumdog Millonaire) y Michael Arndt (Toy Story 3, Pequeña Miss Sunshine) -, los cuales garantizan un producto inteligente y tan bien hecho como es éste. Y desde ya, uno queda a la espera de último capítulo de la trilogía - partido en dos, como es la avariciosa última tendencia de Hollywood -, el cual anticipa tener todo para ser una dupla de filmes fenomenales.
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