Santa Claus no es el viejo barbudo y gordinflón cuya bondad define el almibarado espíritu navideño. No señor, las leyendas, las tradiciones y todo lo que os contaron vuestros padres son una vil mentira. Santa es el sulfuroso hijo del mismísimo diablo, la semilla de Satán, y una progenie con muy malas pulgas. Famoso en remotas épocas por su ira y capacidad para la destrucción, hizo imposible la paz de la humanidad con sus masacres, hasta que un buen ángel descendió a la tierra para retarle con un juego, que por supuesto ganaron los buenos. Así, fue castigado al exilio durante 1.000 años, hasta el Día de Navidad de… esperad que mire el calendario… ¡oh! Precisamente hasta este mismo día. ¡¡¡Preparaos porque este año Santa ha dejado los regalos en el Polo Norte y ha llenado su zurrón de mamporros, patadas voladoras y llaves de lucha libre!!!
Estamos ante una película de terror tratando el tema navideño con bastante humor y falta de prejuicios, con una curiosa mezcla de candidez adolescente y ánimo gamberro que transgrede la barrera del cine juvenil lo suficiente como para encajar en las degeneradas miras de los “ghoules” y vampiresas de Almas Oscuras. Una de esas películas que vienen a la mente cuando hablamos de recomendar películas de horror (con muchas comillas) centradas en una temática estacional tan escasa dentro de nuestro género favorito. No obstante, no esperéis la seriedad o la calidad de obritas como Rare Exports o la intensidad terrorífica de producciones despiadadas y crueles como Noche de Paz, Noche de Muerte o Navidades Negras; en absoluto, estamos ante una cinta muy ligera y humilde, cuyo acabado al estilo telefilm no intenta ocultar nunca lo poco en serio que se toma a sí misma. En cierta medida podríamos considerarla cercana a Sint, por su base argumental y por lo poco serio de su desarrollo, aunque desde luego la acidez es la estrella de la cinta holandesa frente a lo inocua que finalmente resulta esta co-producción Canadá/USA.
¿Pero como podría ser de otra manera? Si dirigieseis o escribieseis el guión de una película protagonizada por una rutilante estrella del wrestling norteamericano, ¿de qué forma la enfocaríais? Seriamente seguro que no. Por lo que tenemos desde el minuto número uno, una comedia en toda regla cuya mayor inspiración se trata del capítulo de Navidad de la segunda temporada de Futuraza, donde conocemos a un Santa Claus Robot cuyo único placer es la destrucción de los “niños malos”, que para el son todos los habitantes del planeta. Pero esta vez, en lugar de un robot, el maligno Santa Claus es interpretado por Goldberg, el cuál allá a principios del Siglo XXI se dedicaba a darse mamporros junto a The Rock, Steve Austin y compañía… ¡mayor motivo para el buen humor!
El arranque marca la pauta del escaso metraje (poco más de setenta minutos que aclaran el origen televisivo de la obra) de forma definitiva, y haciendo uso de una buena dosis de acidez que pese a diluirse en el núcleo de la cinta, nunca deja de estar presente y supone uno de los grandes atractivos de Santa’s Slay (“La Matanza de Santa”, para el público de habla hispana): Una repelente familia llena de niños malcriados que encabeza un patriarca pasado de rosca, un divertido cameo del genial James Caan, y caniche incluido, contemplan atónitos la visita anual de Santa. Pero estas Navidades, el repartidor de regalos se encarga de asesinarlos al más puro estilo vikingo y con una suerte de creatividad macabra que pone en alerta todos nuestros sentidos. Una escena introductoria de muchos quilates y que sirve para establecer el resto los parámetros alrededor de los que orbita toda la historia.
La película a nivel argumental no puede presumir de profundidad ni de brillantez, Santa pulula a diestro y siniestro, sin sentido alguno, cargándose jocosamente – y usando acertadamente la presencia física de Goldberg, su interprete – a todo aquel se cruza en su camino. Legendaria será ya la escena situada en un local de “streaptease”, donde tampoco se escatima en pechos siliconados y luchas propias de un capítulo de Texas Ranger. ¿Por qué aparece por ahí nuestro armario de color rojo con patas? Pues porque es divertido, no existe otro leitmotiv. Y sinceramente, aburridos de tantas películas navideñas con mensaje, me parece un enfoque acertado por parte de su director y guionista David Steiman. Cineasta que no ha realizado ningún otro trabajo reseñable más allá de asistente de dirección de productos mainstream del calibre de Hora Punta 2… sinceramente, realiza más películas propias David, al menos el público te lo agradecerá.
La parte más floja de Santa’s Slay, y que por desgracia ve aumentado su peso especifico a pasos agigantados durante el metraje, sería el protagonismo de un par de chavales, los típicos adolescentes norteamericanos. En su descarga he de señalar que no son tan pesados y cargantes como los personajes de otras películas de corte similar. Es más, en Gremlins (probablemente la mejor película fantástica con la Navidad como telón de fondo y cuya influencia en la que hoy nos ocupa no es nada despreciable) siempre me pareció que Billy pedía a gritos una somanta de sopapos que calentasen sus pánfilas mejillas. Con todo, es cierto que cuando Santa’s Slay se centra en los personajes jóvenes, y el repelente abuelo de uno de ellos – mezcla imposible de Doc “Back to Future” y un ángel –, la película pierde enteros y gracia. Afortunadamente, y dado el ajustado metraje, la situación no se descompensa tanto, y Santa/Goldberg retiene suficiente protagonismo y carisma – de alabar es la actuación de la estrella de la lucha libre – para entretener al espectador adulto.
No quiero engañar a nadie, estamos ante un producto bastante descafeinado. Donde lo explicito no abunda, pero lo implícito no me parece apropiado para menores de edad. Ya hemos hablado de desnudos, muertes en primer plano, lenguaje grosero y violencia a paletadas – incluso una breve apología al uso de armas muy al estilo norteamericano –, pero no olvidemos que Santa Claus es un demonio, y sus tropelías pueden traumatizar a más de un infante. Sin embargo se produce una curiosa mezcla con el cine adolescente, más bien pensad en la serie de “Pesadillas” del prolífico R.L. Stine, que a más de uno tirará para atrás, por ello solo recomendaría Santa’s Slay a espectadores con la mente muy abierta. Bueno, como ya os comentaba, la cinta dentro de un contexto navideño (por ejemplo un día de Navidad como éste) me parece bastante simpática, que por su falta de pretensiones merece ser revisitada y disfrutada. También a su favor hay que decir bien alto que contiene un acabado técnico que ya quisiera para ella cualquier serie B de mediano presupuesto. La selección musical desvela una planificación cuidadosa y complementa un estilo fotográfico muy luminoso, festivo y dinámico. Un engalanamiento técnico que permite olvidarnos de los momentos dulces, del amor juvenil – por supuesto, ¿qué os creíais? ¡Es Navidad! – y de la fantasía de todo a cien, para centrarnos en las despiadadas intervenciones de Santa Claus.
Una humilde película que invita a la simpatía y al entretenimiento fugaz de una noche como ésta, donde la televisión es capaz de causar más daño que los enormes puños del nuevo campeóóóón de la WWF: Santaaaaaaaaa…. ¡¡Claus!! [gritos enfebrecidos]
No hay comentarios:
Publicar un comentario