Con qué losa tan grande parte este magnífico Remake de la novela de John Ajvide Lindqvist. No sólo tiene que superar la sombra de una novela que se ha convertido en una obra de culto por méritos propios, sino la de una magnifica y poética película que sorprendió hace un par de años adaptando la obra con gran fidelidad.
Pero vamos a juzgarla por sus méritos, y no por los de los demás. No pienso que lo genial tenga que ser inamovible. No creo que haya inconveniente en que cada creador pueda aportar ciertas novedades si estas dan frescura y nuevas dimensiones a la obra. Y es que la obra, la verdadera obra, sólo está en las estanterías. Cualquier adaptación es algo diferente.
Y la que nos ocupa, la de Matt Reeves, es magnífica. Poética de una manera distinta a la de Alfredson, pero poética. Reeves no renuncia a técnicas que le puedan ayudar a contar la historia. No renuncia al Flashback si lo cree necesario. Utiliza sin dudar un magnífico plano secuencia dentro de un coche que sobrecoge, utiliza los mayores medios de los que dispone y los utiliza bien.
Se sirve de una bellísima banda sonora de Michael Giacchino, que puntea cada momento sin molestar, sirviendo a la historia y no al revés. Es uno de los grandes aciertos del filme, junto con un guión que es fiel a sus antecedentes pero que aporta nuevos matices a la historia complementándola y dándole nuevos elementos a la relación entre los protagonistas, Owen y Abby.
Y qué protagonistas. Que grandes actores son Clhoë Moretz y Kodi Smit-McPee. La edad es irrelevante, cuando el instinto y la inteligencia interpretativa se abren paso en cada gesto, en cada movimiento, dándole la cantidad necesaria de emotividad, ni demasiado contenida ni demasiado exagerada, a cada situación emocional. Las escenas de sus encuentros, especialmente del primero y de la llamada telefónica a su padre por parte de Owen son lecciones magistrales de interpretación.
Quizás alguna concesión al efectismo (como la transformación de Abby, probablemente el añadido más innecesario) sea el único problema serio de una obra que, como decía al principio, debe ser juzgada por sus propios méritos
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