Es la primera película paraguaya que he visto y la recordaré con fascinación y agradecimiento por sus vertiginosas imágenes, por la impactante coctelera arrebatadora entre el español y el guaraní que hablan sus atribulados protagonistas, por la desquiciada trama que habita su desquiciadas peripecias y por el intento de contar con convicción y pasión una sencilla historia de codicia y fascinación tecnológica (un móvil que cuesta más de un millón de guaraníes – la moneda local – y que precipita una alocada carrera contra reloj y contra toda lógica por la consecución del premio final).
Ante todo los directores y guionistas de esta desaforada cinta, Juan Carlos Maneglia y Tana Schembori, han sabido construir una vibrante amalgama de géneros (el esperpento, la película de persecución, el melodrama, el cine negro, el realismo mugriento, el romanticismo más libertino, etc.) hasta sintetizar un original largometraje que lanza guiños hacia Tarantino y los culebrones de amor y lujo, todo sazonado con briznas de pobreza desoladora y suciedad moral llena de costras y jirones. Semejante mezcla funciona a la perfección gracias a un ritmo trepidante y una obsesiva fijación por el dinero (ya sea identificado en un móvil, o en un premio en metálico o en una promesa de pago incierta).
Delirante largometraje que capta instantes frenéticos de un adolescente carretillero que trabaja en un mercado de Asunción y que se topa con la crudeza egoísta y desleal de la vida (querer lo que no tengo, rechazar lo que se tiene o intuye, mirar con ojos de deseo insuperable el dinero ajeno), aviesa colección de despropósitos, malformaciones morales y físicas, donde lo humano y la humanidad brilla por su total ausencia. El deseo de mejorar no es una aspiración que case bien con la pobreza extrema y los quiebros dramáticos nos arrojarán a las puertas del crimen y de la abyección más absoluta. Trufado de carcajadas sorprendentes y de angustia llena de suspense.
“7 cajas” es una película muy recomendable, muy entretenida y plenamente satisfactoria aunque retrate personajes ingratos y esquinados, llena de un humor electrizante y de una vitalidad contagiosa. Un descubrimiento que debe ser saboreado con agradecida humildad. Y dar gracias de que no vivamos una realidad semejante. Imprescindible para todo amante del cine.
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