Un saco a cuadros - o esos espantosos smokings colorinches con camisas con volados - resumen la idea que tienen los yanquis acerca del "estilo". Padres del mal gusto, han creado una urbe entera basada en lo bizarro - Las Vegas - y tienen la peregrina idea que saben más de estilo que los mismos franceses. Quizás el tema pase porque los norteamericanos se ven a si mismos como una nación de nuevos ricos - en donde gente ignorante puede hacer fortuna vendiendo cualquier tontería y, de ese modo, cumplir el llamado "sueño americano" -, en donde el dinero dicta, según ellos, quién tiene la razón. Ese mismo mal gusto se extiende a buena parte de su filmografía. Por cada Citizen Kane hay miles de comedias como las de Pauly Shore, Scary Movies, Smokey and the Bandit, y otros tantos títulos lobotomizados. Imagino a un potentado vestido como vaquero y dando órdenes en el set de cómo quiere que sea una película que le guste a sus hijos (los cuales están también vestidos como mini-vaqueros). El grueso de los productores hollywoodenses son ignorantes con dinero, gente que no sabe nada de cine y que le da su plata al primer loco que se les cruza y los entusiasma con una idea.
Y si bien Alexander e Ilya Salkind no son norteamericanos, piensan como tales. Gente de mente obtusa que compraron una franquicia como inversión, y que quisieron hacer un desastre de entrada hasta que un director valiente se les opuso y se salió con la suya. Eso es lo que pasó con Richard Donner y su visión de Superman. Los Salkind querían hacer algo camp, al estilo de la serie Batman de 1966, y a duras penas lograron filtrar parte de su visión en el filme de Donner, en especial en el apartado de los villanos. Pero las peleas campales entre los Salkind y Donner culminaron en el despido del director, la contratación de un "amigote" (Richard Lester) y el reciclado salvaje de lo ya filmado. Es por eso que Superman II resulta bastante potable - gran parte de lo rodado por Donner sobrevivió, y uno puede apreciar una visión aproximada de la concepción de Donner en Superman II, The Richard Donner´s Cut -. Pero para el tercer capítulo los Salkind no tenían a nadie que los frenara y se despacharon con esta atrocidad, hundiendo hasta el centro de la Tierra a una franquicia venerable. Son tantos los errores de criterio que uno termina odiando Superman III antes que transcurran los 30 minutos iniciales
Es un filme demasiado largo y, para colmo, son dos horas de pésima comedia. Acá figura Richard Pryor, un tipo que debió ser muy bueno haciendo comedia stand up pero que jamás me convenció como actor cómico. La perfomance de Pryor es irritante por donde se la mire, pero también es cierto que el guión apesta. Todo lo que pasa en escena intenta ser chistoso y carece de gracia. Las proezas de Superman son realmente insulsas y demasiado espaciadas, y hay un patético intento de desarrollo dramático, esta vez llevando al hijo de Krypton a sus raices en Smallville - un giro surgido a último momento, ya que Margot Kidder se puso de lado de Donner cuando lo despidieron, y terminó siendo castigada con 12 míseras líneas de diálogo en todo el filme -. Y a esto se suma un lamentable villano, reciclado del Lex Luthor de Gene Hackman en los dos primeros filmes, pero encarnado por Robert Vaughn, un tipo que perdió toda su comicidad desde que abandonó la serie El Agente de CIPOL. Vaughn tiene hasta una rubia boba como amante, y una hermana cómplice que tampoco es muy brillante que digamos.
Todo esto redunda en un magistral desperdicio de recursos y talentos. Poden el personaje de Pryor, hagan mas serio al villano de Vaughn, y utilicen los sets para lo que debió haber sido - una aventura con Braniac como villano, algo que se vislumbra al pasar cuando Annie Ross se convierte en un cyborg -, y Superman III hubiera sido cuando menos potable. Pero todo es demasiado bobo - Pryor, de desocupado ignorante, se convierte en un genio de la computación en dos semanas (¿aprendió QBasic en Academias Aranda?), Robert Vaughn tiene un satélite que puede alterar el tiempo y lo contrata a Pryor para que lo maneje (y antes de él, ¿quién diseño ese maravilloso satélite?; porque ése sí que era un verdadero genio); Pryor inventa una kryptonita clonada mezclada con nicotina (!), lo que desdobla a Superman en dos (su versión buena y mala); y Vaughn decide enfrentarse a Superman... ¿porque le impidió adueñarse del mercado del café? -, lento y aburrido. Ni siquiera el segmento con Lana Lang está desarrollado como corresponde, y uno se sorprende que esta bazofia provenga de los mismos tipos que escribieron el clásico Bonnie & Clyde en 1967.
Superman III es un brillante ejemplo de cómo matar una franquicia millonaria en tan sólo dos filmes, aplicando toneladas de mal gusto. El superhéroe de la DC está para protagonizar aventuras épicas, no comedias slapstick al estilo de Los Tres Chiflados. El elenco le pone un poco de ganas - en especial Reeves -, pero es muy triste ver semejante puesta en escena y tantos dólares quemados al divino botón... masacrando a un personaje que había comenzado su carrera cinematográfica 5 años antes y de manera memorable.
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