sábado, 30 de noviembre de 2013

Critica: SIN CITY

El policial negro es el género policial americano por excelencia, del cual comentamos sus orígenes en la crítica de Pulp Fiction. El género en sí fue creado por Dashiell Hammett, quien ficcionalizó y amplió en relatos su larga experiencia de años en la legendaria Agencia Pinkerton de detectives. Pero si Hammett devolvió el crimen a las calles, no sería sino Raymond Chandler quien lo llevaría al status de literatura de arte.
Raymond Chandler fue un hombre de negocios de talento que, al quedarse sin trabajo durante la época de la depresión, decidió escribir para ganarse la vida. Su fuente de ingresos pasó a ser la publicación de numerosos relatos en las revistas Pulp de la época, cobrando centavos por palabra escrita. Su producción de cuentos es muy abundante, pero el reconocimiento recién le llegaría cuando comenzara a publicar novelas con su personaje prototípico, el detective privado Philip Marlowe. Las novelas de Marlowe eran francamente una canibalización de los cuentos de Chandler (cortaría y pegaría varios relatos para armar la trama de los libros), lo que terminó por convertir a sus obras en argumentos realmente elaborados y complejos, y difícilmente alguien pueda imitar a Chandler en tal sentido. Pero el gran mérito de Chandler es convertir a la serie negra en una suerte de tragedia griega desarrollada en el mundo moderno. El héroe intachable, aunque de valores morales flexibles si se trata de una buena causa, actúa como una especie de catalizador de de las miserias humanas. Sus clientes suelen ser familias adineradas donde sus primogénitos resultan ovejas descarriadas con vinculaciones con el hampa. Y todos los personajes se encuentran, de nacimiento, condenados a la perdición.

El gran problema de la serie negra es que la influencia de Chandler resultó tan abrumadora que surgieron imitadores a raudales. Y el policial negro terminó por restringirse a un puñado de historias originales (que había contado Chandler), recicladas o modificadas por numerosos autores, lo cual terminó por devastar al género y deplomarlo por saturación. Indudablemente Chandler es un autor de deliciosa lectura, cuyo relatos en primera persona brillaban con un lirismo casi poético sobre personajes miserables de la vida real. Pero nadie tuvo suficiente imaginación como para generar nuevas variantes, el detective privado pasaría de moda (o sería pasteurizado y masificado en series de TV), y sólo décadas más tarde Hadley Chase y Jim Thompson se animarían a crear novelas negras sin héroes (donde todos los personajes son corruptos en mayor o menor medida), reflejando el cinismo de los tiempos actuales.

Ahora, pasemos a Sin City.

Sin City es una de las novelas gráficas más populares de Frank Miller, el creativo de la historieta detrás de obras como 300, o la modernización de comics clásicos como Daredevil o The Dark Knight Returns (que implicó el aggiornamiento de Batman a los tiempos actuales). La experiencia de Miller en Hollywood había sido muy tibia y complicada; adaptaciones de sus comics como Daredevil o Elektra habían sido desilusionantes (y sin considerar su aporte como autor de dichas tiras), y su trabajo como creativo en las dos últimas entregas de la saga de Robocop habían sido notoriamente modificadas sin su consentimiento. Como consecuencia de esto, Miller renegó de Hollywood y se negó constantemente a que nuevas obras suyas fueran adaptadas al cine.


 Entra Robert Rodriguez a escena. Rodriguez es el talento detrás de El Mariachi, una obra de acción filmada con escasos dolares pero que tuvo un resonante suceso a nivel internacional, y que implicó su pasaje directo a Hollywood. Apadrinado por Quentin Tarantino, entraría al mainstream con total éxito con títulos como Desperado o Spy Kids. Y entre su agenda figuraba poder obtener el visto bueno de Miller para llevar Sin City al cine, del cual Rodríguez es un gran fanático.
Rodriguez decidió entonces utilizar tecnicas especiales de filmación, utilizando el blanco y negro tradicional con escenarios digitales al estilo Capitán Sky y el Mundo del Mañana (los actores actúan sobre una pantalla verde, y la escena termina por componerse en la computadora). Decidido a todo o nada, financió de su bolsillo un corto (que es precisamente El Cliente Siempre Tiene la Razón, y es el relato que abre la película) que le envió de muestra a Miller, y que terminó por volarle la cabeza. No sólo Miller se uniría al proyecto, sino que el corto serviría para reclutar a actores de peso (como Bruce Willis), decididos a participar en la obra aún con un salario menor al habitual, en vista de su caracter de proyecto chico e independiente.

Sin City es sin duda, serie negra pura. Desde el vamos, con su estilizado blanco y negro donde sólo algunos objetos obtienen color con fines narrativos (labios, sangre, personajes que merecen destacarse), amén de copiar cuadro por cuadro el comic de Miller, y de tomar ciertos elementos narrativos de Pulp Fiction (básicamente el orden cronológico alterado, donde personajes que mueren reaparecen en otras partes del relato, y donde hay personajes comunes a todos los cuentos). Visualmente es una fiesta. El problema es el argumento, que termina por restarle puntos al film.

Y es que Sin City, para conocedores y neófitos del policial negro, termina resultando en una serie de reciclados clisés. Hay pocas cosas realmente originales en el relato. Sin duda la visión de los criminales como seres deformes es un detalle importante, pero es extraído directamente de la tira de Chester Gould, Dick Tracy. Los relatos en primera persona así como los héroes derrotados que se sacrifican por causas nobles es netamente Chandleriano, sin contar el segmento del gigantón Marv, que es descendiente directo del hampón que buscaba al asesino de su novia (y que resulta estar viva) en El Largo Adiós de Chandler. O así mismo el matón que compone Clive Owen, que tiene ideales y custodia a las prostitutas... lo único que añade Miller es el exotismo visual, la deformidad física de algunos personajes, y cierta crueldad y gore como el interrogatorio de Marv a Kevin, amputándole las extremidades y dejándolo a merced de los depredadores del bosque. Pero toda la obra no deja de salir de la sombra de Chandler y de los cientos de relatos que poblaron, popularizaron y saturaron al género. Vale decir, en ningún momento hay algo realmente original o innovador del género, solo un reciclado de ideas y un sentido homenaje con un estilo visual fashion.

No puede culparse a Rodríguez de la falta; de hecho, el director hace todo lo que puede para inyectarle adrenalina al relato. El problema es que el relato no es original, el espectador puede anticipar buena parte del tiempo cómo sigue o hacia donde van los personajes. Tanto los comentarios en primera persona - que siguen con cierto virtuosismo a Chandler -, el tema de las causas perdidas, familias adineradas corruptas y ovejas negras descarriadas, etc. son cosa ya vista. Quizás precisaba un pulimiento en el guión por alguien como Tarantino - que solo filmó algunas escenas como las de Benicio del Toro -, que le añadiera pimienta, malas palabras y más carnadura a los personajes (y no ser meramente clisés). Pero lamentablemente la actitud de Rodríguez para el material es reverencial, filmando cuadro por cuadro y diálogo por diálogo lo que Miller había creado y escrito. Posiblemente de los cuatro relatos, el único que tenga relevancia en cuanto a originalidad y tono elegido sea el de Marv, y en buena parte a la actuación de Mickey Rourke que se transforma en un ser brutal de nobles sentimientos y con una frase cínica a cada momento, lo que termina por ser un momento de comedia negra dentro de la película. Pero el resto del film es bastante chato, rutinario, y sólo parece ejercitarse en el preciosismo visual.

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