Los Hombres de Negro es una pequeña y oscura historieta creado por Lowell Cunningham para la editorial Aircel Comics en 1990. El tono de la tira era mucho más siniestro que el empleado en el filme, alimentándose de las leyendas urbanas en torno a la conspiración de silencio que mantendría el gobierno norteamericano para sepultar la verdad sobre la presencia de extraterrestres en nuestro planeta, empleando los servicios de de una implacable agencia secreta. Esta gente no sólo monitoreaba y tapaba la existencia de aliens sino también la de monstruos, zombies y todo tipo de actividad paranormal, y disponían de un poder tan grande que terminaban siendo una especie de gobierno en las sombras, alterando o manipulando a su voluntad hechos fundamentales de la historia humana del siglo XX para mantener su fachada - si la idea les suena, es porque la serie Dark Skies (1996 - 1997) tomó prestadas varias ideas del comic, y terminó siendo una representación no oficial y mucho más fiel del mismo -. El tono de la historieta era muy serio, con los Hombres de Negro perfilados como una agencia despiadada capaz de asesinar, extorsionar y conspirar para cumplir sus cometidos, un desarrollo que sería alterado cuando uno de sus agentes decidiera volverse clandestino y saliera a combatirlos. Los Hombres de Negro nunca fueron un suceso y terminaron siendo apropiados por la Marvel cuando la editorial se engulló a la Aircel en 1994.
Curiosamente la idea del comic caló hondo en un par de productores de Hollywood, quienes se hicieron con los derechos cinematográficos del mismo en 1992 y le encomendaron un script a Ed Solomon - el mismo de Las Aventuras de Bill & Ted -. Mientras que los productores querían una adaptación fiel a la tira, Solomon se despachó con algo más cercano a su estilo generando un libreto mucho más cómico y descontracturado. Al verlo los productores aceptaron su visión y decidieron complementarla, enrolando al director Barry Sonnenfeld - el cual venía de tener gran éxito con su remake de la serie clásica Los Locos Adams y su correspondiente secuela -, el que aportó el grado justo de humor negro que precisaba para funcionar la propuesta.
Tras todo esto, sobra decir que lo que uno ve en pantalla tiene poco y nada que ver con la visión original que había concebido Lowell Cunningham. Esta es una aventura desbordante de humor a la que le encantan satirizar la credulidad del pueblo norteamericano, partiendo desde las leyendas urbanas - como los mismos Hombres de Negro y el incidente del supuesto OVNI estrellado en Roswell en 1947 -, hasta las exageradas teorías conspirativas exaltadas por la prensa amarilla - en un momento Will Smith y Tommy Lee Jones deciden informarse de lo que ocurre en el secreto universo de los extraterrestres residentes en Nueva York... y termina por comprar un puñado de pasquines sensacionalistas de cuarta categoría -. Acá los conspiradores son los heroes del dia, y son unos héroes muy especiales ya que actúan completamente en las sombras y siempre salvando la existencia de la humanidad por un pelo. Disponen de su propia oficina de migraciones (interestelares, por supuesto), tecnología secreta tomada de los extraterrestres, y su propio registro de aliens establecidos en Manhattan, los cuales se camuflan como choferes de taxis o comerciantes extranjeros.
La visión de Ed Solomon es sencillamente delirante. El tipo se hace la fiesta despellejando o reinventando un montón de paparruchadas que la gente ha tomado como real desde finales de los años 40. Es un filme que desborda imaginación y que, gracias a Dios, encuentra su mejor intérprete en la dirección de Sonnenfeld - convirtiéndose en su película mejor balanceada y, por lejos, la mejor obra de su carrera -. La macana es que Sonnenfeld tiende a la exageración, algo que asesinaría al resto de sus filmes como Hombres de Negro II o las temibles (e injustamente veneradas) adaptaciones de Los Locos Adams. El colmo del exceso llegaría con la infame The Wild Wild West en 1999, la que terminaría masacrando la carrera de Sonnenfeld hasta el día de hoy.
Pero en Hombres de Negro la visión de Sonnenfeld funcionaba como un relojito. Las escenas tienen el timing comico justo, además de tener ese as en la manga que es Will Smith (en su primer rol estelar). Las expresiones de incredulidad de Smith son impagables, amén de que el tipo se saca chispas con ese burócrata amargo que encarna Tommy Lee Jones - aunque confieso que me hubiera gustado ver a Clint Eastwood (principal candidato en un determinado momento) en dicho papel -. Por otra parte el trío se completa con el siempre bizarro Vincent D'Onofrio - un tipo acostumbrado a hacer papeles de sicótico -, el que tiene un día de campo con su necio y repulsivo Edgar.
Mientras que Hombres de Negro es una delicia, las secuelas terminaría por caer en el vicio del exceso y arruinaría toda la frescura de la saga. Quizás el mayor problema con la continuación es que traicionó sus propias reglas y eliminó a Linda Fiorentino de la ecuación, volviendo a reclutar a Tommy Lee Jones pero a media máquina. Pero aquí la fórmula era nueva y funcionaba a la perfección, generando un filme de atractivo irresistible, y el cual dispararía la carrera de Will Smith al super estrellato... algo que seguimos disfrutando hasta el día de hoy.
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