viernes, 29 de noviembre de 2013

Critica de El Señor de los Anillos: La Comunidad del anillo

El Señor de los Anillos es la creación de J.R.R. Tolkien, un profesor de lengua inglesa de Oxford, que había incursionado previamente en la literatura con su obra El Hobbit (1937), creando el mundo de Tierra Media, y siendo básicamente una traslación de relatos que él inventaba para contarle a los niños. Pero, a diferencia de El Hobbit, El Señor de los Anillos fue una obra mucho más elaborada (le tomó a Tolkien 16 años desarrollarla), y es un trabajo de enormes proporciones. Básicamente Tolkien recicló partes de arcaicas leyendas europeas (en especial, germanas como El Anillo de los Nibelungos), pero una inmensa mayoría de su trabajo es original. Debido a lo monumental del libro, los editores los publicaron en tres tomos entre 1954 y 1956, pero en su momento sólo tuvo una tibia respuesta. Recién a finales de los 60 comenzaría a tomar status de culto, y terminaría por transformarse en la obra de ficción más popular jamás editada.
La importancia de El Señor de los Anillos es fundamental; pocas veces un libro o una obra ha creado un género entero, como este caso, el llamado Fantástico de Calabozos y Dragones. Entrados los 70, el libro originó toda una serie de obras inspiradas en temáticas similares, además de popularizarse (tanto el original como seguidores) en juegos de rol y de video. Y la categoría de culto creció a niveles insospechados con la popularización del merchandising, existiendo obras que explicaban, ampliaban o ilustraban aspectos de la Tierra Media.

Debido a su obvia popularidad, Hollywood muchas veces consideró adaptarlo al cine, pero lo vasto del proyecto era para espantar a cualquiera, especialmente con el status de los efectos especiales de la época. Recién en el inicio de la era del cine moderno y comercial con La Guerra de las Galaxias, el proyecto pudo ser reconsiderado con cierta seriedad. Pero no sería sino hasta la llegada de Jurassic Park, con las computadoras trabajando a full diseñando creaturas y escenarios, que podría calificarse de viable.

De todos modos, llevar una obra tan monumental al cine entrañaba un riesgo enorme para el estudio que hiciera la apuesta. Mientras, habían existido un par de adaptaciones animadas tanto del Hobbit como del Señor de los Anillos (versiones de Ralph Bakshi o de Rankin Bass para la TV), que obtuvieron frías respuestas. Y por el otro lado, las adaptaciones fantásticas llevadas al cine nunca habían sido demasiado populares : la mediocre Willow producida por George Lucas, o las plomizas creaciones de Jim Henson (el mismo creador de los Muppets) con Laberinto o El Cristal Encantado.

Pero debió entrar a escena Peter Jackson. Jackson es un neozelandés cuyos primeros éxitos se basaban en films gore o comedias negras como Mal Gusto y Muertos de Miedo. Tuvo una experiencia terrible en Hollywood con este ultimo film, y decidió regresar a Nueva Zelandia. Y había ganado cierta reputación con la obra de arte Criaturas Celestiales, basada en un hecho policial de su Nueva Zelandia natal, que había conseguido unas nominaciones al Oscar.

Jackson era un reconocido fan de la obra de Tolkien. Y tras arduas negociaciones, consigue que New Line Cinema le brinde 200 millones de dolares para filmar, en un solo envión, la trilogía completa. No sólo para New Line era una apuesta importante (si hubiera fracasado, posiblemente se hubiera devorado al estudio), sino para Jackson, que para abaratar costos, montó su propio estudio digital, WETA, con tecnología que sería la envidia de ILM y del propio George Lucas.



Volviendo sobre la obra y sobre este último, es tal la influencia de El Señor de los Anillos, que muchas ideas de La Guerra de las Galaxias están inspiradas en Tolkien. Es imposible no dejar de comparar ambas trilogías : ambas desarrollan historias con humanos y seres fantásticos, se nutren de misticismo, y desarrollan temas como el destino y el llamado camino del héroe (que proviene de las leyendas arturianas, donde existen personas destinadas a cumplir una meta de grandeza y salvar al mundo de la opresión). Pero mientras que la saga de La Guerra de las Galaxias se encuentra más orientada hacia el comic, y donde la excelente construcción y elaboración de temas permite superar ciertos diálogos y escenas que alternan entre los cursi y lo ridículo (los Wookies, los diálogos de R2D2 y C3PO, etc.), El Señor de los Anillos posee una profunda belleza y un background mucho más denso y pulido. Ciertamente existen muchos momentos en la trilogía en que nos olvidamos de cierta infantilidad de la premisa inicial y parece estar viendo una adaptación cinematográfica de Shakespeare. Como obra, es indudablemente mucho más madura que La Guerra de las Galaxias, sin restarle la importancia histórica y popular que la obra de Lucas merece.

La Comunidad del Anillo es la primera entrega de la saga. Y es un film denso que cuesta apreciar. No termina de enganchar a todo el público, y recién sobre el final comienza a tomar ritmo. El principal problema es la densidad de la obra en sí : hay demasiados caracteres, demasiadas historias, demasiadas razas y demasiados diálogos. Me reconozco como un gran fanático de la serie, pero debo admitir que La Comunidad del Anillo, en su visión inicial, no me entusiasmó demasiado, y que recién la revisité después de ver toda la saga, cuando comencé a ubicar y relacionar historias y personajes. En una visión inicial, entender que Boromir es el hijo del condestable de Gondor - que recién se ve en la tercera entrega - es incomprensible. Puede decirse que el mérito de Jackson es, ya que La Comunidad del Anillo es un largo prólogo a la gran historia contenida en las siguientes dos entregas, tirar tantos conceptos de la forma más simple e ilustrativa, de manera que el público pueda atrapar la mayoría y sepa entender de qué va la obra. Pero reitero : es un film para ver inmediatamente después de El Regreso del Rey, y entender, por ejemplo, por qué la hechicera Elfa Galadriel decide tomar el barco que lleva al Mar (o al más allá).

Diálogos y actuaciones son muy buenos, y eso es lo que amerita la visión del film, mas allá de la densidad argumental. Es la interacción de los personajes lo que atrae de esta entrega, además de la belleza de sus imágenes. En general, los caracteres lucen pintorescos (recién cobrarán estatura épica en las próximas dos entregas), y la persecución por los caballeros negros tras Frodo añade cierto condimento a un relato muy dialogado. Y sólo será cuando la comunidad llegue a las Minas de Moria, que el film empieza a vislumbrar todo lo que se puede esperar de lo que sigue. Pero, mientras, la sensación de peligro es más teatral que otra cosa. Y salvo Ian McKellen y Christopher Lee, el resto entrega actuaciones más o menos tibias. De todos modos, es un muy buen film y es un aperitivo para el placentero monumento cinematográfico que vendrá en las dos próximas entregas.

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