Saw viene de la mano de James Wan y Leigh Whannell, dos estudiantes de cine australianos que venían pergueñando la idea de rodar un film de terror. Pero como los fondos que habían obtenido en Australia eran insuficientes, decidieron rodar un corto con la secuencia final del filme y utilizarla como medio para vender la idea y obtener mayor apoyo financiero. Los estudios le dieron el ok, pensando en un producto directo a video; pero cuando los ejecutivos asistieron a las proyecciones privadas, le dieron luz verde para presentarla en diversos festivales - donde obtuvo gran suceso -, y de allí pasaron a la pantalla grande. De más está decir que Saw fue un éxito - costó menos de 3 millones de dolares y recaudó más de 100 -, llevó a la fama a sus creadores y disparó toda una corriente de secuelas e imitadores.
Aunque aquí no somos fans del terror - debido a lo pedestre de sus argumentos, la baja calidad de dirección y actuación, y la falta de originalidad -, hay que reconocer que Saw es una brisa fresca en un género demasiado saturado de filmes de mala factura. El argumento es realmente original, y se reserva unas cuantas vueltas de tuerca que sorprenden al espectador; además mantiene un ritmo imparable, en donde todo el tiempo ocurren cosas - descubrimientos, trampas, acertijos -. Uno puede reconocer en Jigsaw una especie de versión del nuevo milenio del John Doe de Seven - Pecados Capitales. Es un asesino que predica a amorales, incluyéndolos en sofisticadas trampas mortales. Debido a la naturaleza del guión, Jigsaw castiga a los vivos que desperdician su vida en el pecado, simplemente porque él se está muriendo y los envidia. Esto no sería nada nuevo en el género policial / horror si no fuera por la forma en que está instrumentado. Cada uno de los complejos mecanismos montados por el asesino es una muestra de sadismo extremo - la trampa para osos montada en la boca de Shawnee Smith, la víctima atrapada en un mar de alambres de púas, o la decisión final de Gordon sobre serrucharse el pie para rescatar a su familia son de una perversión sorprendente -
Pero Saw no es una obra maestra, aunque sin dudas es un clásico de culto por la novedad de sus temas. Aquí el punto pasa porque el libreto es brillante pero la ejecución es muy despareja. Mientras que hay secuencias excelentes y de alta tensión, por otro lado hay escenas que dejan bastante que desear. La persecución final de Danny Glover es muy traída de los pelos, aunque compensa con el shock de su remate. Las secuencias de las trampas, filmadas en cortes rápidos estilo MTV agúan el impacto de las mismas. Las actuaciones son muy flojas; y mientras que Leigh Whannell es demasiado blando para estar en la pantalla, el peor ofensor de los sentidos es Cary Elwes, que por momentos sobreactúa hasta niveles estratosféricos de ridiculez. La mitad de las revelaciones finales son algo pasadas de rosca - sicarios que a su vez son víctimas del asesino; rescates sobre la hora; Elwes que usa su camisa para hacerse un torniquete en vez de utilizarla para atrapar el celular que está sonando -. A uno le da la impresión que con un director más experimentado, Saw hubiera resultado una verdadera obra maestra. Así como está es un excelente viaje de ida, aunque por momentos derrapa por inexperiencia del director en manejar a su cast y mantener la tensión del filme.
Saw daría lugar a una furiosa secuelitis, con un capítulo nuevo por año y con un descenso abismal de calidad.
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