Curiosamente, los nuevos trabajos de Tarantino y Spielberg coinciden escarbando en el tema de la esclavitud en Estados Unidos, pero el enfoque es tan diferente como cabe esperar de dos cineastas cuyo únicos rasgos comunes parecen ser la pasión por el séptimo arte y el respeto por la profesión que tan ejemplarmente realizan. La intención del director de ‘Lincoln’ es la de recrear un momento histórico fundamental tanto para el decimosexto presidente de los Estados Unidos de América como para ese país, con el objetivo no solo de entretener, de ofrecer un interesante relato con el que pasar la tarde (casi dos horas y media dura el film) sino también con finalidad didáctica, y buscando el debate y la reflexión, que el espectador se levante de la butaca con algo en lo que pensar.
Cuenta Spielberg que la figura de Lincoln le fascina desde que era niño, y llevaba años intentando filmar una película sobre el personaje pero el proyecto no terminaba de arrancar. Con la colaboración de Doris Kearns Goodwin —autora del libro en el que se basa el film, ‘Team of Rivals: The Political Genius of Abraham Lincoln’— y Tony Kushner —coguionista de ‘Munich’ (S. Spielberg, 2005)—, el cineasta retomó la idea y decidió centrar la acción en los últimos cuatro meses de la vida del presidente, el periodo en el que se abolió la esclavitud y terminó la guerra civil, en lugar de realizar un biopic que abarcara desde su nacimiento hasta su muerte —como hizo D.W. Griffith en 1930 (el Lincoln encarnado por Walter Huston era un tanto simplón)—.
Aunque Spielberg no descuida otros puntos de interés, como el conflicto bélico o la vida personal del presidente, el eje central de ‘Lincoln’ es la discusión y aprobación de la decimotercera enmienda en la cámara de representantes. Un asunto que permite al realizador explorar las habilidades políticas del protagonista, así como ejercitar sus propias habilidades como narrador, tratando de enganchar al público en un proceso donde no falta el suspense y la emoción. Spielberg se esfuerza por subrayar la importancia de lo que estaba en juego, restando impacto y verosimilitud a algunas escenas. Es como si los personajes fueran conscientes de lo que va a pasar, y hablaran con perspectiva histórica, a menudo con tono grave y profundo. Por fortuna, acertados destellos de humor equilibran la balanza.
No está inspirado el director con el ritmo y la exposición de los hechos, acaba cansando el incesante diálogo intercalado con miradas melancólicas de Lincoln y es muy fácil desconectar de la trama con tanta interrupción y tanto personaje secundario (a menos que seas un apasionado de la Historia o sea tu segundo visionado). No puedo evitar recomendar al lector —del mismo modo que Alberto me lo recomendó a mí— que recupere una de las joyas de Otto Preminger, ‘Tempestad sobre Washington’ (‘Advise & Consent’, 1962), que parece haber sido un referente para Spielberg a la hora de plasmar los entresijos del juego político. La comparación no le deja en buen lugar, y esto lo digo sin menosprecio alguno sobre el talento del responsable de ‘Lincoln’, uno de los más importantes cineastas vivos, maestro en el arte de emocionar al espectador. Por cierto, en algún que otro momento creí reconocer el estilo de otro grande, Clint Eastwood, su colaboración ha debido dejar huella.
Todos recordamos que Liam Neeson iba a ser el encargado de dar vida al Lincoln de Spielberg, hasta que decidió que había esperado demasiado y dejó el puesto vacante. Daniel Day-Lewis aceptó el papel y su interpretación es tan impresionante que nadie duda que ganará su tercer Oscar. El actor británico se mete en la piel del personaje y se pierde en él, se entrega hasta tal punto que en pocos minutos ha conseguido desaparecer y solo vemos y escuchamos a Lincoln; tanto es así que le invade a uno la tristeza en cierta escena final, como si fuera un testigo más en aquella habitación. Un formidable retrato al que contribuye la visión de Spielberg, la música de John Williams, la fotografía de Janusz Kaminski y el apoyo de compañeros de reparto, en especial Sally Field, David Strathairn y Jackie Earle Haley, que comparte una breve pero intensa negociación con el protagonista.
Es de agradecer que Spielberg haya procurado presentar a Abraham Lincoln de la manera más humana y realista que le ha sido posible —a fin de cuentas es su interpretación de un personaje al que admira (y una película, no un documental)—, de este modo no solo resulta más creíble sino que sus logros adquieren mayor mérito. Teniendo la película un centro de atención tan poderoso, llama la atención que se haya reunido un extenso y espectacular plantel de intérpretes. No hay tiempo para todos y es una pena que John Hawkes, Jared Harris o Joseph Gordon-Levitt estén tan desaprovechados. Por el contrario, Tommy Lee Jones saca jugo a sus pocos minutos y protagoniza una de las mejores secuencias de la película, cuando la cámara lo sigue y descubrimos el motivo de su apasionada defensa de la igualdad entre blancos y negros.
En definitiva, ‘Lincoln’ es un ambicioso, cuidado —sensacional diseño de producción de Rick Carter— y sólido drama con tintes de thriller político y orgullo patriótico que tiene en un portentoso Daniel Day-Lewis su mejor arma para cautivar al espectador y resistir el paso del tiempo como uno de los títulos más destacables de 2012. Oh, y un consejo. Si tenéis la opción, id a ver la película en versión original, el doblaje destruye el extraordinario trabajo de los actores (sobre todo el de Day-Lewis y Field)
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