martes, 26 de noviembre de 2013

Critica: ROBOCOP

Paul Verhoeven es un hombre desagradecido, un autor que muerde la mano del que le da de comer. No deja de sorprender el hecho de que siga criticando sin piedad a la sociedad americana que le acogió años ha, algo que no parecen advertir en exceso los Estudios que le conceden importantes medios de producción para que Mr. Verhoeven continúe con su labor de demolición de los clichés norteamericanos.

El proyecto de RoboCop (RoboCop, 1987), film-con robot-en un futuro-apocalíptico,salió a la luz gracias, muy probablemente, al éxito de Terminator (The Terminator, 1984, James Cameron), también producida por Orion. La magnífica obra de Cameron supuso un antecedente eficaz y definitivo que contribuyó a otorgar confianza a los responsables de la productora para permitir la realización de un invento arriesgado y, paralelamente, rechazado por un buen número de directores basándose en la aparente puerilidad de la propuesta.

Artísticamente, otras grandes obras como Ultimátum a la Tierra (The Day the Earth Stood Still, 1951, Robert Wise) y, por encima de todo, Metrópolis (Metropolis, 1927, Fritz Lang), fueron la referencia influyente para acometer una nueva aproximación a una sociedad futura en condiciones fatales que se resquebraja a pasos agigantados bajo el totalitario gobierno de mandamases corruptos, inmorales y despiadados, característica fundamental de la distopía futurista, género que revisitaría Verhoeven en la excelente Desafío Total (Total Recall, 1990), y que llevaría al límite del sarcasmo y la mordacidad en la parcialmente incomprendida Starship Troopers - Las brigadas del espacio (Starship Troopers, 1997).

Una de las influencias más notorias se encuentra en el brillante diseño de la robot María de la obra maestra de Lang, que inspiró el aspecto final del protagonista de nuestra función, producto de la espléndida labor del equipo de maquillaje y efectos especiales de Rob Bottin (La Cosa).

En este apartado del diseño del épico protagonista, el realizador del film exigió que: «Desde un punto de vista artístico, RoboCop debía poseer características contradictorias... elegante, potente, futurista... y a la vez electrónico, humano y real.»

Ya en esta película, el director holandés aprovecha los resortes de la ciencia ficción por primera vez en su carrera para realizar una sátira ácida y corrosiva de la sociedad de la era Reagan. Su principal objetivo es colocar en situación extrema y en el disparadero elementos como el capitalismo, el consumismo, la función de la empresa privada, la agresividad y arrogancia del business-man de los ochenta (atención al yuppie encarnado por un acertado Miguel Ferrer), la obsesión por la seguridad y el control, el ánimo de incrementar el poder pese a quien pese, el papel decisivo de los medios de comunicación o la caracterización de las fuerzas del orden como auténticos ejércitos militares. Es decir, características que definían perfectamente al país que recibió a Verhoeven tras una notabilísima trayectoria en su patria natal, Holanda.

El gran mérito y secreto del éxito de RoboCop no es otro que entretener al público mediante un sentido del espectáculo de acción envidiable y, al mismo tiempo, presentarle, como hemos dicho, una distopía futurista de pesimismo absoluto.

Si algo es indiscutible es que esta formidable película contiene escenas de acción impresionantes, ubicadas de lleno en una poderosísima visceralidad, en una violencia febril y salvaje carente de concesiones que muestra sin cortapisas el efecto devastador que supone masacrar a cualquier mortal.

Los seres que pueblan el film son todo lo insolidarios, faltos de escrúpulos y crueles como es posible en un mundo en el que domina una ley de la selva en el que sólo sobreviven los más fuertes o, en su defecto, los más carentes de conciencia.

El primer momento en el que percibimos que esto va en serio surge cuando Verhoeven se ensaña especialmente en la célebre escena de la estremecedora ejecución a quemarropa que sufre el policía protagonista (Peter Weller), fragmento en el que el sadismo salvaje (la mano reventada de un tiro o el brazo derecho volado) y la violencia cruda cobran un papel de impacto sobre un público angustiado e incómodo por la esquinada escena. Ya ahí, el autor muestra que no está dispuesto a quedarse con medias tintas; está decidido a ir lo más lejos posible, hasta el punto que le permitan los censores, claro.

Incluso, el iconoclasta director declaró que esa escena de la masacre de Murphy tenía un cierto paralelismo con la crucifixión del propio Jesús, alguien brutalmente vejado por sus enemigos y que, posteriormente, experimentaría una grandiosa resurrección.

Del mismo modo, tras el destrozo físico, nacerá el nuevo policía del futuro, un ser prácticamente indestructible y a priori implacable a la hora de ejecutar órdenes. Surge el cyborg, el ente mitad hombre mitad máquina que se dedicará a luchar contra el crimen creciente en la fría, sombría, opresiva y metálica ciudad de Detroit. Nuestro héroe aparece caracterizado como un ser biónico, de presencia apabullante, cubierto por una suerte de armadura deslumbrante propia de un caballero andante, sustituyendo la espada por la enorme pistola y el caballo por el automóvil simbólico del Detroit del motor. Su lucha en solitario (como el forastero en un poblado enemigo) contra la delincuencia se extenderá a los dirigentes corruptos, especie aún más peligrosa.

Sin embargo, lo que en un principio es un robot mecánico que ejecuta con sumisión las directrices ordenadas deviene en un ente que experimenta un conflicto interno entre su naturaleza humana y la programación informática que intenta dominarlo. Este ser con problemas neuróticos y emocionales evoluciona, desarrolla su autoconsciencia y acaba primando en él el componente humano (la superación del alma humana, imponiéndose a cualquier cárcel tecnológica) con sus recuerdos familiares intrínsecos. A este respecto, resulta magistral la escena en la que recorre su antigua casa en busca de su auténtico yo y de sensaciones de amor perdidas. Entonces, con la ayuda de su compañera de policía (sorprendente Nancy Allen en un rol inesperado), RoboCop solucionará su angustia existencial y conocerá su origen y destino, factores esenciales para eliminar su tormento personal. El cyborgtrasciende su condición de mera máquina para alcanzar una dimensión mucho más compleja desde el punto de vista psicológico, y le es adjudicado el papel de super-héroe, al inicio incomprendido y perseguido injustamente pero al final vituperado y reconocido como el salvador omnisciente del bienestar ciudadano. La entusiasta banda sonora de Basil Poledouris acompaña a las acciones del protagonista, de forma que lo rodea de un halo heroico elevándolo a la categoría de protector indoblegable del Bien.

A pesar de sus magníficas aptitudes, el cyborg recibe numerosos golpeos, tiroteos con fuego a discreción y demás lindezas destructoras, así que su sufrimiento se prolonga tras el umbral de la muerte en virtud de su resurrección cibernética. No es invencible, no es infalible, sino plenamente débil ante las agresiones externas, como todo ser terrenal al fin y al cabo.

Sirva como apoyo a esta evolución del héroe las palabras del propio director recogidas en diferentes manifestaciones: «Hay algo más que acción. RoboCop trata de lo indestructible del alma humana». «Trata de la pérdida del alma, incluso de parte del cuerpo, y de resucitar dentro de otro». Y, por último: «Supongo que lo que se pretende hacer es una metáfora de la muerte... un hombre está muriendo, está muerto, y entonces ve una luz que se aproxima.»

Es un film vibrante, inteligente, agudo, que satisface al espectador que busca simple evasión por la vía del gran espectáculo como también al que pretende extraer una lectura más profunda y con una hiriente carga crítica político-social. En este sentido, destacar, esencialmente, las gigantescas y envenenadísimas puyas lanzadas a través de los cínicos anuncios publicitarios y los noticiarios insertados en el film, recursos hábiles utilizados para retratar una previsible sociedad futura repleta de las tragedias que en la psicótica década de los 80 era posible imaginar.

Como no podía ser menos, aquí el francotirador holandés también añade cuantiosas muestras de humor negro descacharrantes, como la frase «que alguien llame a un médico» tras la liquidación del probador del nuevo robot letal, la escena del concejal que retiene como rehenes al alcalde y subalternos, formulando diversas e hilarantes peticiones con el negociador, o los gemidos animales del robot enemigo volteado en la escalera.

Aparte, es obvia la exageración total de ciertas acciones mostradas cuyo fin evidente es quitar hierro al asunto, despojarlo de excesiva seriedad mediante actos prácticamente inverosímiles. Es decir, el objetivo final es no tomarse demasiado en serio la propuesta, único medio a usar, puesto que, en el fondo, la simple existencia del RoboCop ya invita a cierto cachondeo e, incluso, a la ridiculez si éste hubiera sido presentado en un entorno y tratamiento serio.

En una lectura más profunda o metafísica si se quiere, el RoboCop es, también, otro ejemplo de unión carne-metal, ser humano-tecnología, para erigirse en la comunión total entre materias distintas pero complementarias (les suena esta teoría de la "Nueva Carne" made in Cronenberg -otro extranjero irreverente-, ¿verdad?). Preguntas a considerar a colación: ¿Podemos, los humanos, evolucionar a un estadio superior mediante la fusión o unión con el material por nosotros construido? ¿Acabaremos añadiendo piezas mecánicas a nuestro cuerpo para mejorar nuestras prestaciones, de igual forma que los impedidos han de utilizar prótesis? ¿No existe cierto grado de fetichismo en nuestra relación con el avance tecnológico? ¿Terminaremos siendo poseídos por nuestras creaciones?...

Anécdotas

* En 1988 fue nominada al Oscar al montaje y el sonido, y recibió un premio especial por la edición de efectos sonoros. Ese mismo año, la Academy of Science Fiction, Fantasy and Horror Films la premió en las categorías de película de ciencia ficción, director, maquillaje, efectos especiales y guión, y fue nominada a actor (Weller), actriz (Allen) y vestuario. En los premios Edgar fue nominada como mejor película. En los Hugo, como mejor representación dramática. Y en el Festival de Sitges Verhoeven recibió el premio como mejor director. * En dvd existe undirector’s cut con las escenas amputadas por la censura. * Stephanie Zimbalist estuvo prevista que apareciera en el film (no sabemos si como oficial Lewis), pero su compromiso con la serie Remmington Steele se lo impidió. Para el papel de RoboCop se pensó también en Arnold Schwarzenegger y Michael Ironside. * La base argumental procede del anime 8th Man (1968) –que cuenta con versión en imagen real, previa también a RoboCop- y la serie Uchû keiji Gyaban (1982). * El director inicialmente elegido fue Jonathan Kaplan, pero éste prefirió dirigir Proyecto X. * Secuelas: RoboCop 2 (RoboCop 2, 1990), de Irvin Kershner; RoboCop 3(RoboCop 3, 1991), de Fred Dekker; la serie televisiva RoboCop (RoboCop, 1994-1995) [el piloto se editó en vídeo como RoboCop 4, y algunos montajes de posteriores episodios con numeración sucesiva], las series de animación RoboCop(RoboCop: The Animated Series, 1994) y RoboCop: Alpha Commando (1998) y la mini-serie RoboCop: Prime Directives (2000), de Julian Grant. También cabe citar la parodia filipina BoboCop (1987), de Tony Y. Reyes. Y también existen varios juegos de ordenador y comics.

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