Excelente
film de aventuras que retoma el personaje creado para un folletín a principios
del siglo XX por Johnston McCulley, que ya fuera interpretado con acierto en la
pantalla por Douglas Fairbanks en la versión silente de Fred Niblo de 1920 y en
su remake sonoro, por Tyrone Power, en la versión dirigida por Rouben
Mamoullian en 1940.
El personaje, que también conoció una gloria efímera en la filmografía de serie B europea a mediados de la década de los 60, supone un cruce entre la tradición del bandido generoso, al estilo de las leyendas de "Robin Hood" y el libertador anónimo y con doble personalidad, representado por "La Pimpinela Escarlata" de la baronesa d'Orczy.
El hábil guión de esta cinta, retoma al personaje que interpretaran Fairbanks y Power, encarnado en esta ocasión con su solvencia habitual por Anthony Hopkins, presentándolo en su última aventura, y convirtiéndolo en un trasunto de "El Conde de Montecristo", encarcelado durante casi 20 años, para acometer su venganza tras una prodigiosa liberación.
Ésta se producirá mediante la adopción de la personalidad del justiciero enmascarado por parte de un nuevo personaje, Alejandro Murrieta, interpretado por Antonio Banderas, en su papel más memorable hasta la fecha de su filmografía hollywoodiense, dando lugar a un todo un proceso de iniciación, que supone uno de los puntos fuertes en los que se apoya la trama.
Si el tándem formado por Hopkins-Banderas es uno de los puntos fuertes, el segundo es el tándem formado por Antonio Banderas y Catherine Zeta Jones, cuya química en pantalla, convierte en memorables todas las escenas en que aparecen juntos, en especial, el duelo a espada en las caballerizas.
Martin Campbell compone con este atractivo material un excelente film de aventuras de resonancias clásicas, al conseguir el ritmo preciso entre escenas de acción trepidante y de hilarante comedia huyendo con acierto de la parodia, que tanto ha lastrado el cine de aventuras de los últimos años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario