domingo, 24 de noviembre de 2013

CRITICA: JONAH HEX

En este momento me siento enfurecido, desquiciado como Peter Finch en Poder que Mata (1976), y gritando: "Ya estoy harto de todo esto, y no pienso tolerarlo más!!".
Estoy harto de los malos filmes. No hablo de las películas bizarras, que son tan ridículas que resultan divertidas. No; hablo de esos bodrios que son indigeribles aún cuando uno le ponga un kilo de mayonesa para disimular su sabor a caca. En toda esta semana me la pasé viendo películas espantosas y Jonah Hex es la frutilla del postre. ¿Cómo se las puede ingeniar alguien para arruinar una rutina de venganza, algo que suele ser a prueba de balas?. La respuesta parece tenerla el inepto Jimmy Hayward, padre del desastre junto con la dupla de ladrones Neveldine & Taylor - responsables de otros engendros tales como Gamer o Crank, Veneno en la Sangre -.


 Jonah Hex es un caracter muy menor en el universo de la DC Comics, y nació en 1972 en la publicación ll-Star Western. No hay nada de extraordinario en las aventuras de Hex - es un vulgar justiciero que vaga en el mundo standard del western -, aunque la DC Comics ha cometido algunas atrocidades propias del género como transportarlo al año 2050 o enfrentarlo a Batman (wtf!!). Ahora llega esta adaptación a la pantalla grande, en la cual le han inyectado poderes sobrenaturales al personaje - ahora puede hablar con los muertos - y está rodeado de gadgets como si fuera un James Bond del siglo XIX. Al parecer nadie le explicó a los guionistas que el Weird Western - como The Wild Wild West, un género que abarca elementos anacrónicos y de ciencia ficción situados en el mundo del lejano oeste - suele ser un fracaso en las taquillas. No es un problema del género en sí (que es una variante del steampunk), sino de que no hay directores modernos (y decentes) de westerns. Bah, directamente no hay directores como la gente. El 90% de la generación actual de cineastas cree que los videoclips de la MTV son el standard de narración cinematográfica.
El Weird Western plantea dos problemas: primero, crear un clima en donde la audiencia acepte de que existe tecnología anacrónica en el siglo XIX - léanse arañas robot gigantes o, como pasa aquí, pistolas automáticas con balas explosivas y cañones gatling -. El segundo obstáculo es armar la atmósfera del western mismo, pero en un sentido exagerado de comic tal como hacía Sergio Leone en su trilogía clásica del Dolar (Por un Puñado de Dolares, Por unos Dolares Mas, y Lo Bueno, lo Malo y lo Feo). Primerísimos planos de los protagonistas, proezas imposibles con los revólveres, personajes ácidos e implacables. Aparentemente hacer que el director Jimmy Hayward entienda esto es tan complicado como explicarle la teoría de la relatividad a un niño de cinco años. Hayward filma rápido, colorinche y mal. Todas las escenas en las que aparece Josh Brolin terminan en una ridícula explosión; cuando Brolin está malherido, de la nada aparecen indios para curarlo (lo que me hace acordar al pésimo western criollo Los Irrompibles, en donde Almada, D´Angelo y cía aparecían a cada rato cuando Jorge Martinez estaba en aprietos), y el plan del villano es sofisticadamente estúpido.

Y, lo más indignante de todo, es que la base del libreto era bastante buena. La idea de hacer un western con tintes sobrenaturales no es algo raro - Clint Eastwood ha probado suerte con El Jinete Pálido, por ejemplo -. Que Jonah Hex hable con los muertos requería que el personaje fuera más siniestro, deambulara de noche y lo siguieran los cuervos. A esto se suma el hecho de que Josh Brolin - actor agrio si los hay, más antipático que su padre - daba justo para el papel. Pero el director Hayward se encarga de arruinar todas las posibilidades; no sólo Brolin no tiene oportunidad de brillar, sino que John Malkovich - que tiene cancha de sobra para interpretar villanos - pasa como un sonámbulo por todo el filme. Ni siquiera el usualmente correcto Michael Fassbinder - que aquí le toca hacer de vicioso asesino, y parece disfrutar del papel - tiene oportunidad de hacer algo memorable.

Aquí había ideas con potencial, arruinadas por un mal director. Todo pasa demasiado rápido y sin mucho entusiasmo, como si el libreto fuera tan extenso como la guía telefónica y tuvieran que meterlo con calzador en una hora y media de metraje... ¡y no es así!. No hay nada nuevo en Jonah Hex - con excepción de sus poderes como espiritista -, ya que el resto es una rutinaria historia de venganza. Pero el director se enrreda con la trama, trastabilla y se cae. Y nosotros, la audiencia, pagamos la consecuencias. Y es por eso de que hoy me levanto, voy al balcón y grito: "Ya estoy harto de todo esto, y no pienso tolerarlo más!!". Porque estoy cansado de tipos como Jimmy Hayward, mediocres a los que les dan un montón de dinero y que pretenden vender los bodrios que fabrican como si fuera buen cine.

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