viernes, 29 de noviembre de 2013

Critica: THE LORD OF THE RINGS: THE RETURN OF THE KING

El Regreso del Rey es la tercera y final de la trilogía de J.R.R. Tolkien filmada por Peter Jackson. Jackson ha hecho un trabajo monumental, dejando un legado de inapreciable valor cinematográfico. Ha adaptado una obra realmente extensa y compleja, simplificándola para la comprensión del público sin traicionar el espíritu de Tolkien. Y a su vez ha sorteado la mayoría de los problemas de las trilogías, que suelen caer en callejones argumentales sin salida o que han perdido el brío por el camino. Uno compara a El Señor de los Anillos con la trilogía original de La Guerra de las Galaxias (donde El Regreso del Jedi resulta la entrega más floja), con Duna (donde David Lynch no pudo sobrevivir a una tonelada de personajes, intrigas y mitologías extrañas, y fue incapaz de acercarlas al público de modo aceptable) o a la trilogía de precuelas de George Lucas, e incluso al estamento final de Matrix, donde la historia sucumbe bajo el peso de argumentos truculentos previos y golpes de efecto que no tienen asidero lógico (salvo provocar el asombro momentáneo del espectador), pero que terminan por empujar a la historia en una trayectoria de colisión contra la pared del sentido común. Si usted no salió enojado del cine con Matrix Revoluciones, es simplemente porque usted no fué al cine.
Muchas historias largas y complejas se desploman. El Señor de los Anillos sale a flote con excelencia, pero no sin fallos. Algunos son ligeros, otros son demasiado evidentes.

El problema de la tercera entrega es que, sin bien es una obra más que meritoria, tiene el grave problema de la visión artística de Jackson, que ha preferido tomarse casi una hora para desarrollar un largo epílogo (después de la caída de Mordor), y ha decidido podar totalmente el natural enfrentamiento final entre Gandalf y Saruman después de la caída de Isengard. Lo que es un sacrilegio absoluto : si se ha tomado el trabajo de construir a Saruman con la estatura de un Némesis a lo largo de dos filmes, no puede desaparecer el personaje en un instante con solo un chasquido de los dedos. Supuestamente la secuencia fue filmada pero quedó en el cuarto de edición, y en alguna edición especial en DVD la veremos. Pero como aún no es el caso, a uno le queda el enojo de que le quitaron el dulce con el cual lo venía tentando durante estos últimos dos años.


 El otro tema está en la escalada épica. El Señor de los Anillos realmente se transforma en fenómeno de masas a partir de la segunda entrega, Las Dos Torres. La Comunidad del Anillo es un largo y complejo prólogo, tibio si se quiere, donde hay demasiada exposición de personajes e historias que no conocemos aún (muchos diálogos entre Boromir y Aragorn se entienden después de ver, precisamente, El Regreso del Rey). Pero Las Dos Torres es el film más popular, posiblemente por construir una épica basada en la Batalla del Abismo de Helm. En el tercer film, los tiempos corren y hay mucha acción. Jackson no puede construir algo tan perfecto como el sentido del destino que flotaba en Las Dos Torres (donde parecía que el Abismo de Helm definía la suerte de la Tierra Media). Acá hay muchas batallas, todas son importantes y obviamente no todas pueden ser un nuevo Helm. Pero Jackson logra inyectar suficiente energía como para seguir deslumbrando. La escalada de fuerzas es aún mayor (el ejército de los condenados, los Olifantes, los Trolls), pero donde la dirección de Jackson triunfa es precisamente en las escenas menores, en los heroísmos individuales más que en el choque masivo de fuerzas descomunales. El combate entre Eowyn y el Señor Oscuro, la camaradería de Gimli y Legolas, los heroísmos de Merry y Pippin, el sentido de hermandad de los personajes, la arremetida desesperada contra la ciudadela mientras Pippin canta una triste canción al condestable de Gondor... son los momentos más memorables del film. Amén de que Jackson logra que el tono no termine de saturar : si uno considera resultados oficiales, no hay ejército más ineficiente en el Universo que las fuerzas de Sauron. Aún con abrumadora superioridad de fuerzas, siempre resultan vencidos por un puñado de humanos.
Pero un problema frecuente con la trilogía es que la historia de los hobbits principales (Bilbo y Sam) no termina por interesar. En parte porque hay demasiado melodramatismo, y en gran parte porque Gollum tiene un enorme carisma que le devora la escena a sus compañeros de viaje. En muchos momentos uno desea que Gollum triunfe, simplemente porque es más interesante que los hobbits. Hay alguna truculencia en su historia, tienen sus momentos de heroísmo que los redime en parte, pero no terminan por ser los favoritos del público en ningún momento. No va tanto por los actores en sí, sino por el tinte que le da el guión a su historia, además de que la trama es muy cerrada (son tres personajes todo el tiempo, y salvo el encuentro con Faramir en la ciudadela, no interactúan con nadie más). También el relato del rescate de Bilbo por Sam del puesto orco es bastante ilógico. Pero como diría Spielberg, hablando hace años sobre Tiburón, cuando el director ha atrapado al público durante el 95% de un film y lo ha mantenido al borde la butaca, puede exigirle a la platea que compre alguna secuencia ilógica o disparatada. La suspensión de la credibilidad y el vuelco a favor de la trama permiten que el director pueda incluir algo que en otro momento resultaría ridículo.

Fin de la trilogía; una lástima, porque uno demanda más aventuras de la Tierra Media. El impacto sería enorme, con una multitud de seguidores e imitadores (Troya, Las Crónicas de Narnia, Rey Arturo, etc), pero salvo Narnia, ninguna tendría el carácter épico y fantástico de El Señor de los Anillos. A lo sumo, pero con otro cariz, Cruzada de Ridley Scott sea el mejor film de esta camada de imitadores. Y Jackson se embarcaría en la sensacional remake de King Kong, de gran calidad pero tibia recepción con el público.

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