sábado, 23 de noviembre de 2013

Critica: TERMINATOR 2: JUDGMENT DAY

Mucho se ha comentado sobre la serie de Terminator, creada por James Cameron en 1984, y que generara (hasta el momento) tres entregas. A decir verdad, hay un cierto tufillo a virtudes sobrevaloradas acerca de la saga, por lo cual los puristas han alabado algunos filmes y lapidado a otros. Concretamente, endiosaron a Terminator 2 y dispararon sin piedad sobre la tercera entrega - no pergueñada por James Cameron -.
Pero a decir verdad, los filmes de Terminator son esencialmente películas exploitation. Hay diez minutos de una trama bien pensada que sirven de excusa para una hora y media de tiroteos y persecuciones. No son filmes cerebrales como 2001: Odisea del Espacio, por lo cual es impropio catalogar que uno u otro filme de la saga resulten sacrílegos o no. En general todos han respetado el mismo espíritu, y han seguido los mismos patrones : diez minutos de argumentos inteligentes, un avance mínimo en la historia hasta el final abierto para otra secuela, y en el medio un montón de acrobacias y efectos especiales. La tercera parte de Jonathan Mostow no difiere demasiado de las formas de la primera y segunda entrega.

El único pico de calidad que se establece en la saga es éste, el segundo filme, que al menos brinda una mayor profundidad a los personajes y una perspectiva más filosófica. Pero Terminator 2 tampoco genera una historia radicalmente diferente: acá Schwarzenegger cumple el papel de Michael Biehn en el primer filme, y en vez de una pareja fugitiva hay un trío. A su vez no hay un avance significativo en la historia - del primer Terminator bien podríamos pasar a la tercera entrega sin problemas, sólo agregando que en el medio Sarah Connor entrenó a su hijo y se murió -. De hecho, Terminator 2: Judgment Day es la versión 2.0 del primer filme: seteo casi similar, algunas persecuciones casi idénticas, y las mayores diferencias estriban en que Schwarzenegger ahora es una estrella y no puede ser el malo, además de que Linda Hamilton ahora tiene más músculos que el austríaco.


 Y a pesar de que el 70% de la historia sea similar al primer filme, es una película muy superior. No se trata de los chiches que incluye el film - la novedad de los CGI o animación computada para aquella época -. Simplemente es el sentido de Pathos (el destino, según los griegos) que parece tener cada protagonista. Los personajes no pueden cambiar su naturaleza, ni el futuro que les espera. El destino lo llevan en sí mismos. El caso ejemplar es el sacrificio final del T-800, pero hay más muestras en el argumento. Sarah ahora es una paranoica incontrolable, John es un rebelde que debe madurar de golpe, y el T-1000 es una fuerza mortal indetenible. Un análisis más detenido del film muestra que en realidad John es el verdadero protagonista: las órdenes dadas al Terminator, la toma de decisiones... la historia gira alrededor de él. Sarah Connor puede tener una mayor presencia física, pero sus decisiones son volátiles: es John quien decide sacar a la madre del siquiátrico, es John quien todo el tiempo conversa (y tiene mayor comunicación) con el T-800 que con su madre, y es John quien detiene a Sarah de liquidar a Miles Dyson. A pesar de que Edward Furlong resulte insoportable por momentos, en las escenas que requiere profundidad la presta sobradamente.
Desde ese punto de vista, si bien son impactantes las escenas oníricas de Sarah (la caída de la bomba nuclear) o los razonamientos que hace ella sobre la relación entre John y T-800, las secuencias tienen un referente inapropiado. Es John quien debería narrar el film, ya que él es el protagonista. Sarah Connor es una desquiciada obsesionada con la seguridad, la huída o el fin de la futura Skynet. En cambio es John Connor quien lentamente va progresando y termina siendo un líder, aún con sus fallas emocionales.

Las escenas de acción son descomunales y ya clásicas; en general hay un planteo inteligente de las paradojas del tiempo, lo que le da mayor profundidad al relato. En especial en la escena del desierto, que es donde los protagonistas pueden filosofar acerca de su destino - y si es posible cambiarlo -. Es decididamente un filme pesimista, a pesar de sus palabras finales.
Como el T-1000, Robert Patrick es absolutamente letal. Es una presencia atemorizante, similar al papel antagónico que Arnold Schwarzenegger tenía en el primer film. El resto del elenco cumple efectivamente con su tarea, aunque el personaje de Sarah Connor no siempre está bien delineado - en el final resulta mucho más racional de lo que impone su naturaleza -.

La versión que vimos es la edición especial, que incluye un par de escenas novedosas pero superfluas: una, es una secuencia onírica donde Sarah es visitada por Reese en el siquiátrico, que no añade demasiado - Reese le dice que el destino es el que escribimos ahora, pero esto es algo que John menciona en la escena del desierto -; lo otro que agrega es un experimento con el T-800 en la gasolinera, en donde Sarah desconecta al robot y está a punto de destruir el chip principal ya que lo considera una potencial amenaza (pero es detenida por John). Otras cosas añadidas son, por ejemplo, más escenas familares de Miles Dyson en su casa, o en el combate final donde el T-1000 tiene algunos desperfectos después de su recomposición tras ser congelado en nitrógeno.

Sigue siendo un filme formidable, y la mejor entrega de toda la saga, simplemente porque hace un alto en el fuego en medio de la trama y permite pensar sobre la gravedad de la historia que narra. Sin dudas, todo un clásico.

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