Operación Skyfall marca la entrada número 23 en la saga oficial de 007, la misma que en estos momentos se encuentra cumpliendo 50 años de antigüedad. Pero la génesis de Skyfall fue larga y complicada, especialmente después que la Metro Goldwyn Mayer - co poseedora de los derechos cinematográficos de 007 - se declarara en quiebra en el 2010. Lo que siguió fue una sucia comedia de enredos, en donde un puñado de estudios independientes comenzaron a chicanearse mutuamente para hacerse con el control de los activos de la MGM (en parte o en su totalidad) a precio de pichincha, y que terminó con un gobierno consensuado por los interesados, el cual consiguió inyectar algo de liquidez al estudio en vista del rodaje de dos futuros tanques de taquilla - como lo son la saga de El Hobbit (sobre la cual la MGM tiene los derechos) y la película de 007 que ahora nos ocupa -. Todo esto devino en una demora de cuatro años entre Quantum of Solace y Skyfall, un parate sólo comparable a los seis años de impasse ocasionados por el desastroso final de la era Dalton (tras el fracaso de Licence to Kill) y la llegada de Pierce Brosnan en Goldeneye.
Al menos los cuatro años de espera valieron la pena para que el equipo creativo puliera y enriqueciera la trama. Además de los habitués Robert Wade y Neal Purvis figura el guionista John Logan (Rango) y el oscarizado director Sam Mendes, el mismo de Belleza Americana. Ciertamente es un mix bastante inusual, pero la fórmula de traer a la saga a gente que no es del género le ha venido dando excelentes resultados a la dupla de productores Barbara Broccoli y Michael G. Wilson. Aquí Mendes demuestra que es un director todo terreno, y que maneja tan bien a los personajes como a las secuencias de acción más salvajes.
En sí, Skyfall es la historia de una venganza. Otro ex agente del Mi6 que viene a cobrarse una vendetta personal contra M y el Mi6. Para ello urde un rebuscado plan, el cual no sale como corresponde cuando 007 decide meter sus narices en todo el asunto. Toda esta historia se divide en un esquema clásico de tres actos, los cuales están claramente diferenciados: en el Acto I se pierde una lista que contiene las identidades de todos los agentes secretos occidentales infiltrados en las principales organizaciones terroristas existentes en el mundo (¿la lista NOC?). En el Acto II nos topamos con el tipo que se apoderó del archivo, un ambiguamente gay (!) ex agente británico que piensa ventilar esos datos para provocarle un despiole a M, su antigua jefa en el servicio secreto, y a la cual se la tiene jurada ya que ésta la mandó a otra de esas típicas misiones sin retorno. Y, en el Acto III el villano provoca tanto caos que nuestros héroes deben refugiarse en un chalet en la campiña escocesa, listos para montar una improvisada resistencia ante la llegada inexorable del malvado y sus sicarios. El Acto I es típica rutina Bond - 007 encuentra una pista en el punto A y va al B; allí encuentra otro dato y va al punto C; y, en el medio, hay pirotecnica verbal con sus superiores de turno -, hecha con prolijidad pero sin ser impresionante. Ciertamente hay una excelente escena de acción (en la secuencia pre créditos), pero el resto es bastante charla y muchas peleas mano a mano.
Pero donde Operación Skyfall cobra personalidad es en el Acto II cuando - después de una hora - nos topamos con el villano de la película. Empiezan a aparecer excelentes piezas de diálogo - Bond como una fuerza letal e imparable, capaz de cambiar el destino de las personas; el malvado Raoul Silva como un individuo brillante y cinico, dotado de su propia visión del mundo - y el filme comienza a levantar vuelo de gran altura. Sin dudas Raoul Silva es el primer villano homosexual (o bi norma, como quiera llamarlo) de la saga y - como para que no queden dudas - al tipo se le hace agua la boca al ver los trabajados pectorales de Daniel Craig, tras lo cual no escatima en epitetos e indirectas para ver si el blondo protagonista agarra viaje. Ese primer encuentro podría haber devenido en una escena soberanamente kitsch, pero el libreto - y la perfomance de Bardem - se dan maña para dar vueltas las expectativas y transformar al villano en un personaje sofisticado e interesante. Raoul Silva es brillante, expeditivo y, sobre todo, carismático: el tipo sabe captar la atención de la gente que lo rodea con sus pensamientos y anécdotas. En más de un sentido Raoul Silva no deja de ser un villano nolanesco - su genética malvada es muy similar al Joker de Batman, el Caballero de la Noche: otro terrorista brillante y sangriento, chiflado y desbordante de humor negro -. Incluso la escena en donde Javier Bardem está encerrado en una celda en el Mi6 y, de pronto, toda la estación comienza a quedar bajo ataque, parece extractada del clásico de Christopher Nolan. Faltaba que Bardem comenzara a aplaudir en su celda para completar la sensación de deja vu.
Y el Acto III es extraño. En vez de destruir una gigantesca base secreta, lanzarse a una persecución interminable, o pelear contra un exótico secuaz, 007 se embarca en un duelo propio de una película western. Algo así como A la Hora Señalada pero en Escocia. Toda la secuencia es tensa y prolija, pero resulta rara verla en una película Bond. Ya para ese entonces el filme transpira peligro por todos sus poros - otro punto en común con Batman, el Caballero de la Noche - por lo cual no tenemos garantía alguna de que los personajes principales lleguen vivos a la secuencia de créditos finales.
Ciertamente la trama tiene problemas cuando uno la analiza en perspectiva - ¿tanto era el odio de Raoul Silva? ¿no había un método más simple de intentar matar a M? - pero los personajes y los diálogos son tan interesantes que uno nunca termina por revisar seriamente la lógica de sus actos. Quizás uno de los puntos menos fuertes del filme sea que el villano (que es un constante ladrón de escenas) aparece demasiado poco. Aún así, no me sorprendería que alguien tirara al ruedo el nombre de Bardem como posible candidato a una estatuilla como mejor actor secundario.
El otro punto interesante tiene que ver con la mitología Bond. Acá pasa por dos aspectos: por un lado caen las últimas fichas que faltaban para completar la leyenda - aparece Q, esta vez como un imberbe ciber nerd, lo cual resulta muchísimo más logico y realista que ver a un geronte con guardapolvo, y lo que termina por producir algunos contrapuntos deliciosos con la hosquedad de Daniel Craig; Bond recibe su Walther PPK oficial (aunque ahora cuenta con reconocedor de huellas dactilares); y llega del cielo la dichosa Moneypenny, aunque su inclusión en la mitología 007 está metida con calzador - y, por el otro lado, toda la trama trasunta guiños a la tradición cinematográfica y literaria del personaje. Esto no es un catálogo de obviedades al estilo de Otro Dia Para Morir, sino que están mejor camufladas; por ejemplo, el Aston Martin de Craig no es el coche de serie que ganó en la apuesta de Casino Royale sino el vehículo recargado de gadgets que manejaba Sean Connery en Goldfinger (los homenajes van desde un par de tomas similares a la persecución de Connery en la fábrica suiza del filme de 1964, hasta un delicioso gag en donde Craig contempla la posibilidad de presionar el botón rojo de la palanca de cambios y expulsar a Judi Dench por el techo!). Los homenajes abundan, incluyendo un nuevo obituario de 007 (y su falsa muerte, tal como en Solo Se Vive Dos Veces), nos topamos con otro agente renegado al estilo de Goldeneye; e incluso el duelo final parece extractado del libro original de La Espia que Me Amó.
Operación Skyfall es un sólido film Bond. Es mucho más satisfactorio que Quantum of Solace, pero no supera a Casino Royale (al menos, a mi juicio). Hay un gran villano, pero está muy retaceado, y hay muchos personajes interesantes en una historia que es mucho mas simple de lo que parece. Termina con éxito la trilogía de "precuelas" que sirven para parir el James Bond tal como conocemos; y, aunque no haga historia, desborda de talento creativo como refrescar este cuento kabuki que venimos siguiendo desde hace 50 años, y que parece estar encontrando la madurez justa en la etapa de Daniel Craig como protagonista.
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