Como el título líricamente proclama, la película cuenta la historia de un robot a lo largo de los doscientos años de su vida y su relación con la familia a la que originalmente sirvió.
El director Chris Columbus ha escogido trabajar nuevamente con Robin Williams (luego de la exitosa "Mrs. Doubtfire"), y parece que ha logrado controlar el exhuberante (o psicótico) temperamento de este actor. Williams hace lo posible por actuar digno y sensible, copiando a pulso la actuación de Brent Spiner como el androide Data en "Star Trek: The Next Generation", la cual a su vez, está copiada directamente de la fuente original: "I, Robot", del mismo Isaac Asimov, de tal forma que tal vez no es necesariamente copia, sino inspiración de la misma fuente.
La principal falla que noto en esta película es su inherente esquizofrenia: no sabe si ser una película de ciencia ficción o una comedia blanda y sentimentaloide. El ángulo de ciencia ficción es fascinante: el análisis y comparación de la condición humana desde el punto de vista del clásico Pinocho, el ser que ansía ser humano, cuando desde cierto punto de vista lo es más que algunos auténticos humanos. El aspecto de comedia contrasta fuertemente con estas ideas, por ser poco original; el manejo que se hace es del típico "pez fuera del agua", donde el robot, ajeno a las costumbres humanas, se encuentra en situaciones "jocosas" por su incomprensión del lenguaje, emociones, y más profundamente, de las inconsistencias que plagan las relaciones interpersonales.
En muchas ocasiones hay diálogos que sugieren la exploración de conceptos profundos sobre estos mismos temas. La mayor parte de las veces, sin embargo, se ven forzosamente reducidos a chistoretes fáciles, que pueden o no ser graciosos, pero nunca satisfacen tanto como lo haría una discusión racional (no necesariamente seria) sobre aquello que originalmente produjo el chiste.
Las actuaciones en general son muy irregulares. Siempre puede confiarse en Sam Neill para competentemente expresar el pensar de sus personajes, pero al ponerlo en medio de una familia directamente sacada de un sitcom no tiene mucho espacio para lucirse. La mencionada familia responde a cada cliché televisivo imaginable: la niña rebelde, la niña precoz, la esposa comprensiva y demás. La actuación que más disfruté, y no por que sea muy buena, sino porque me cae muy bien el actor, fue la de Oliver Platt en el papel del genio incomprendido que logra mejorar el modelo básico del robot protagonista de modo que muestre características cada vez más humanas.
Siendo ésta una película con elementos de ciencia ficción, no puedo dejar de mencionar los efectos especiales... igualmente mediocres. Los fondos pintados representando la ciudad del futuro no es muy convincente, y los robots mismos no parecen muy utilitarios, como sus creadores supuestamente desean. ¿Por qué tienen tanta capacidad de expresión facial cuando no se espera que muestren sentimientos? Pues para que disfrutemos de la actuación de Robin Williams, desde luego. Por otro parte, el maquillaje que muestra el paso de los años sobre los personajes está muy bien realizado, y nunca parece la usual mezcla de afeites y pelucas que en ocasiones vemos en televisión.
Esta película se puede tomar como una comedia ligera moderadamente funcional, con ciertos atisbos de profundidad que podrán complacer a algunos; también se puede tomar, sin embargo, como una oportunidad desperdiciada de realizar una obra donde se exploren ideas interesantes que den pie a reflexiones sobre la humanidad y lo que representa a nivel individual y como especie. Pudo ser mucho, mucho más, como lo muestran las brillantes escenas finales, pero escogió el camino fácil de la comedia de situaciones.
Si tuviera que darle un calificación le doy un 5 de 10
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